Magistral clase de Introducción a la Historia de la Iglesia Católica dictada por el P. Javier Olivera Ravasi.
**Clase 7** El Islam, surgimiento y expansión
La herejía judeo-cristiana del Islam, hoy tan expandida en el mundo occidental, tuvo sus orígenes en el profeta Mahoma, hombre iletrado y guerrero que, en poco tiempo, logró crear un verdadero imperio.
Sus inicios, desarrollo y expansión es lo que se intenta tratar en el presente vídeo.
Magistral clase de Introducción a la Historia de la Iglesia Católica dictada por el P. Javier Olivera Ravasi.
**Clase 1** La plenitud de los tiempos y los semina Verbi.
¿Porque Dios consideró que era el momento adecuado para encarnarse? ¿Porque entonces y no antes o despues? ¿Cómo era el mundo entonces y que tan preparado estaba para recibir al Hijo de Dios? En esta clase veremos las respuestas a estos interrogantes y conoceremos como era el mundo pagano y judío de esa epoca, epoca en la que Dios quizo hacerse hombre.
Mucho se habla actualmente de los “Semina Verbi” o “las semillas del Verbo”, según la conocida expresión de San Justino. El Dios verdadero, el Dios que se reveló al pueblo de Israel como en una cascada eligió al mundo greco-romano, con su cultura y sus leyes, para irse revelando poco a poco hasta llegada la “plenitud de los tiempos” (Gál 4,4).
Fueron esas “semillas del Verbo” que los Apóstoles y especialmente San Pablo, utilizaron para predicar a partir de las verdades diseminadas a lo largo de los siglos entre los mejores de los pueblos paganos.
Magistral clase de Introducción a la Historia de la Iglesia Católica dictada por el P. Javier Olivera Ravasi.
***Clase 2*** La Iglesia y la sinagoga.
La irrupción violenta de Dios en la Historia, a partir de la Encarnación del Verbo, hizo que no sólo el velo del Templo se rasgara en dos, sino que el mismo pueblo de Israel lo hiciera.
Por un lado, una pequeña parte del pueblo elegido, fiel a la espera del Mesías de Yahvé, recibió a Su Hijo, anunciado por profetas; pero por otra, una gran mayoría, especialmente con sus dirigentes a la cabeza, persiguieron y mataron no sólo al Hijo de Dios hecho hombre, sino a sus propios discípulos.
Magistral clase de Introducción a la Historia de la Iglesia Católica dictada por el P. Javier Olivera Ravasi.
***Clase 3*** La Iglesia ante las persecuciones del Imperio Romano.
La persecución por practicar la justicia, profetizada por Nuestro Señor Jesucristo antes de su Ascensión a los cielos, era signo seguro de estar siguiendo las huellas del Crucificado, cosa que se vio rápidamente en los primeros siglos del cristianismo bajo el yugo de los despiadados emperadores romanos.
Sin embargo, como dirá Tertuliano, la sangre de los mártires será “semilla de nuevos cristianos” y, quienes uno tras otro vayan dando la vida por Cristo, irán, con su ejemplo, siendo modelos de conversión para los propios verdugos.
Magistral clase de Introducción a la Historia de la Iglesia Católica dictada por el P. Javier Olivera Ravasi.
***Clase 4***
En tiempos en que el Imperio Romano se había vuelto cristiano, una tremenda herejía irrumpió agresivamente en la Iglesia por manos de un sacerdote, Arrio, quien negando la naturaleza divina del Hijo de Dios, arrastró consigo a la mayor parte de los obispos del mundo.
El pueblo fiel se mantuvo firme con unos pocos santos doctores que, no doblegándose a la postura mayoritaria, fueron fieles y fuertes testigos; entre ellos, San Atanasio, el martillo de los herejes.
Magistral clase de Introducción a la Historia de la Iglesia Católica dictada por el P. Javier Olivera Ravasi.
***Clase 5*** Los origenes del monacato católico.
Los monjes católicos, pese a lo que la propaganda oficial plantea y lo que el “imaginario colectivo” recuerda de “El nombre de la rosa” de Eco, fue la maquinaria que construyó la civilización europea tal como la conocemos hoy.
Comenzando en oriente y continuando luego en occidente, fue quizás con conversión de las costumbres de la vida benedictina lo que logró hacer que, de un continente de bárbaros se construyeran las magníficas catedrales románicas y góticas.
Magistral clase de Introducción a la Historia de la Iglesia Católica dictada por el P. Javier Olivera Ravasi.
***Clase 6*** La invasión y conversión de los bárbaros
Apenas Roma se había convertido al cristianismo y ya, por su propio peso, el Imperio comenzaba a caer merced no sólo a los tiranuelos locales sino también a la invasión de esos pueblos salvajes y aparentemente indómitos como eran los bárbaros.
Poco a poco, sin embargo, la Iglesia supo cómo evangelizarlos y logró hacer de unos corazones de piedra, corazones de carne que estaban dispuestos a dar sus vidas por Dios y Su Iglesia.
Magistral clase de Introducción a la Historia de la Iglesia Católica dictada por el P. Javier Olivera Ravasi.
**Clase 8** Las Cruzadas
Una vez que un tercero indefenso es atacado, es de buen cristiano el salir en su ayuda.
Esto fue, ni más ni menos, lo que significaron las Cruzadas y su espíritu caballeresco. Una guerra justa y defensiva frente a un rival musulmán que todo lo arrasaba.
El caso Galileo y la leyenda negra. Curso corto de 4 entregas.
Entrega 1 de 4.
Según narra el famoso periodista italiano Vittorio Messori, a mediados de la década del ‘90, una encuesta realizada entre los estudiantes de ciencias de todos los países de la Comunidad Europea, marcaba que casi el 30 % de ellos tenía el convencimiento de que Galileo había sido quemado vivo en la hoguera por la Iglesia mientras que casi todos (el 97 %) estaban convencidos de que había sido sometido a torturas por sostener que la tierra se movía sobre su eje[1].
Símbolo de la “lucha incansable contra la intolerancia religiosa”, Galileo habría sido, en boca de muchos, un hombre que no se doblegó contra la “cerrazón y el absolutismo de la Iglesia, que dominaba las esferas del poder renacentista…”.
¿Es esto lo que ud. piensa? Vayamos por parte.
Para hablar de Galileo es necesario que nos remontemos al siglo XVI, pleno renacimiento italiano donde la ciencia y las artes se encontraban en ebullición; todo era nuevo y todo era un “renacer” desde las “tinieblas del Medioevo”, dando paso a “lo nuevo”; el mundo giraba y parecía avanzar en todos los ámbitos: el descubrimiento de América, la imprenta y los nuevos grandes inventos, sumados a una concepción “antropocéntrica” de la historia, hacían de Europa (y especialmente de Italia) un hervidero intelectual y artístico; el hombre había progresado y parecía haber llegado a la remota “edad dorada” de los antiguos (baste para ello ver la pintura y esculturas renacentistas para darse una idea).
GalileoEl campo de la astronomía no se quedaba atrás: la evolución de las teorías astronómicas había proporcionado una nueva mirada del mundo. Como sabemos, desde antiguo al hombre le interesó escudriñar las estrellas; veían nuestros ancestros –como ahora nosotros– el movimiento de los astros a través del firmamento y gracias a esa mirada atenta, todo parecía indicar que la Tierra estaba absolutamente quieta y que los planetas giraban en derredor suyo (geocentrismo). Sin embargo, ya en el siglo III A.C., Aristarcos de Samos, último alumno de Pitágoras, había propuesto, a grandes rasgos, el sistema heliocéntrico, es decir, que la tierra, girando alrededor de su eje, lo hacía a su vez alrededor del sol, dando origen al cambio de tiempos y estaciones. No obstante el planteo del pitagórico, su concepción no lograba imponerse por falta de pruebas contundentes; las sensaciones hacían (y hacen) que uno “viese” al sol moverse (y no a la tierra).
Como si fuera poco, en el siglo II de nuestra era, el gran Ptolomeo de Alejandría había establecido firmemente la teoría geocéntrica con toda su autoridad; teoría que habría de permanecer casi sin variaciones hasta el siglo XVII.
Pero la ciencia no parecía estar conforme y seguía buscando una explicación, fue así que, más de mil años después de Ptolomeo, Nicolás Copérnico, sacerdote y científico polaco (1473-1543) fue requerido en 1514 por el concilio de Letrán para que aconsejara sobre la posibilidad de una reforma en el calendario. A raíz de sus investigaciones, el científico polaco declaró que la duración del año y los meses y el movimiento del sol y la luna, aun no eran suficientemente conocidos para intentar una reforma del estilo. El incidente, sin embargo, lo impulsó a hacer observaciones más exactas que, finalmente, sirvieron de base para completar el calendario gregoriano.
Ante el debate con los aristotélicos (partidarios del geocentrismo) Galileo se hallaba en un momento único. Poco tiempo atrás había ganado una pequeña batalla al demostrar que era un error el de ellos el sostener que la velocidad de los cuerpos en caída dependía de su masa. Todo esto contribuía a que los ánimos se crisparan. Fue en este ámbito de discusión y confusión que, en 1611, los aristotélicos acusaron a Galileo de querer contradecir las Sagradas Escrituras al afirmar que la tierra giraba alrededor del sol. Se trataba, como vemos, de una disputa de escuelas.
Las discusiones académicas pasaban cada vez más a mayores y con el fin de desacreditar a Galileo, le imputaban también que intentaba meterse también en el terreno de la exégesis (interpretación) bíblica cuando su hipótesis aun no estaba comprobada (cosa que, hasta el momento, era cierto). El texto bíblico en cuestión era siempre el del libro de Josué, que ya citamos[1]: si la tierra giraba alrededor, del sol, entonces la Biblia se equivocaba…
Dado que el sistema de Ptolomeo era bastante adecuado (con una precisión de un cuarto de grado al fijar la posición de los astros) y el heliocentrismo no estaba aun suficientemente probado, no parecía razonable cambiar la interpretación de estos textos para adecuarla a las nuevas hipótesis. He aquí cuando entra Galileo en escena; la crítica externa sumado a su mal genio, hicieron que en lugar de mantenerse cauteloso se volcase a una campaña casi periodística para divulgar su postura heliocéntrica. Para ello comenzó no solo a dar conferencias sobre astronomía, sino que hasta se daba el lujo de querer interpretar la Biblia según los nuevos descubrimientos careciendo aun de la certeza de su hipótesis y de autoridad para incursionar en el campo de la interpretación bíblica.
De carácter enérgico y bastante orgulloso, no aceptaba esperar a comprobar sus intuiciones. Este sería su salto mortal.
Además, lejos de lo que la Iglesia propugnaba sobre los sentidos de los pasajes de la Biblia, Galileo quería interpretar la Sagrada Escritura con un sentido literal. Era como si dijese:
“En la Biblia se dice que el sol se detuvo;
Pero el sol no se mueve, por lo tanto
La Biblia está errada”.
Galileo dejaba de lado lo que siempre la Iglesia había dicho y que el famoso cardenal Baronio, discípulo de San Felipe Neri, repetía por aquella época: “El propósito del Espíritu Santo, al inspirar la Biblia, era enseñarnos cómo se va al Cielo, y no cómo va el cielo”. Además, siempre los escritores sagrados habían escrito inspirados por el Espíritu Santo pero según el lenguaje humano. ¿Cómo es esto? Pongámoslo más en claro: uno cuando madruga, dice: “¿ya habrá salido el sol”? y no “¿habrá rotado ya la tierra sobre su eje?”. Dios, por pura condescendencia divina, quiere hablarnos de un modo que le entendamos.
Ante las acusaciones de los científicos contrarios, la Iglesia no vio más remedio que iniciar un proceso en su contra para que ratifique o rectifique sus dichos, en especial en lo tocante a la interpretación de la Biblia.
La Iglesia mantenía, en este tipo de casos, una prudente opinión como puede verse a partir de las palabras del santo cardenal Roberto Bellarmino (1615): “la astronomía copernicana, ¿es verdadera, en el sentido de que se funda sobre pruebas reales y verificables, o al contrario se basa solamente en conjeturas y apariencias?”. Las tesis copernicanas, ¿son compatibles con los enunciados de la Sagrada Escritura?”. Ni condena, ni exabruptos contra la ciencia: simplemente preguntas sobre la verosimilitud de las nuevas hipótesis.
Según la Iglesia, hasta que no se proporcionaran pruebas fehacientes sobre el giro de la tierra alrededor del sol, era necesario interpretar con mucha circunspección los pasajes de la Biblia que declaraban la centralidad del globo, pero, de demostrarse lo contrario debería revisarse la interpretación bíblica declarando simplemente que en dichos pasajes el modo de entender el texto sagrado no era el literal sino que, por la benevolencia divina, el hagiógrafo se había expresado de modo tal que pudiésemos entenderlo, es decir, “al modo humano” y según lo que se veía.
El problema que se planteaba en la comunidad científica era que la prueba dada por Galileo para explicar la rotación de la tierra era errada, al intentar probar su hipótesis a partir del movimiento de las mareas (cuando algunos de sus coetáneos buscaban la causa del fenómeno en la influencia del Sol y de la Luna). Sería más tarde Newton quien terminaría por definir la cuestión.